Desde mediados del siglo XV, el 23 de
abril se celebra cada año en Catalunya la Diada de Sant Jordi, patrón de
Cataluña desde el año 1094, héroe protector que venció al dragón salvando a la
princesa, símbolo de la victoria del bien sobre el mal.
Es una fiesta de participación popular con
unas características probablemente únicas en el mundo y que exalta valores como
el amor, la cultura y el patriotismo, a través de obsequiar una única flor, la
rosa roja, que simboliza la exclusividad del amor y la pasión, acompañada de
una espiga de trigo, que simboliza la fecundidad y de nuestra bandera “la
senyera”, símbolo de nuestra identidad.
A esta tradición centenaria, se suma el
hecho de que en 1995, la UNESCO declaró también el 23 de abril Día Mundial del
libro. Por este motivo, rosas y libros, llenan por un día, las calles y las
plazas de todas las ciudades y pueblos de Cataluña.
Intercambio de flores y libros que simbolizan
el amor en el estado más puro y universal, pues no tiene en cuenta ni el sexo
ni la edad del que lo recibe.
A pesar de ser un "día festivo",
los catalanes celebramos este día trabajando,
así que, al ser día laborable, se me hace difícil entregar la rosa fresca a todos
aquellos a los que quiero, por lo que se me ocurrió que una bonita manera de
hacer llegar este mensaje a todos, era regalando galletas decoradas con una
rosa roja de fondant.
Así
que lo primero había que preparar eran las deliciosas y crujientes galletas de
mantequilla que serían el soporte de las
preciadas rosas de fondant que, una vez frías, comenzaría a decorarlas con paciencia.
Pétalo
a pétalo fueron cobrando forma, hasta
alcanzar un aspecto bastante cercano a nuestro símbolo tradicional. Al ser un producto artesano todas las rosas
eran distintas, tal como ocurre con las rosas naturales.
En
total 17 galletas con la rosa de Sant Jordi esperaban ansiosas, dentro de sus bolsitas de celofán, dar mi mensaje de amor y afecto a sus destinatarios.
Para
mi sorpresa, este pequeño detalle fue mucho mejor acogido de lo que me esperaba. Familiares,
amigos, compañeras de trabajo y hasta mi profe de pastelería, recibieron con
ilusión y agrado el dulce mensaje.
No
tengáis la menor duda de que el próximo año, en el día de San Jordi, mi cocina
estará repleta de rosas de fondant esperando su gran momento.