Muy animada, creí oportuno seguir avanzando, así que escogí
un taller que, además de iniciarme en el mundo de las galletas, me permitía
aprender nuevas técnicas de decoración pastelera.
Los nervios de mi primer día ya no me acompañaron. El lugar
me era conocido, aunque el grupo de alumnos no era el mismo. Esta vez era grupo
variado y mucho más abierto que el anterior, por lo que me sentí más cómoda.
Aprendimos a hacer la masa entre todos, pasando disciplinadamente
por la mesa de trabajo con la batidora en la mano obteniendo, cada uno, su momento
de gloria.
Poco después, sola ante mis tres galletas, llegó el momento
de intentar convertirlas en tres divertidos búhos.
Siguiendo paso a paso las indicaciones de “la Tere”, fueron apareciendo
sobre las galletas unos simpáticos búhos
que hicieron feliz a mi nieta Jana.
Lo cierto fue que en las dos primeras galletas todos
seguíamos el modelo original pero, en la tercera, la imaginación hizo su aparición y ya los búhos tenían
características distintas.
La mayoría eran de lo que podíamos llamar entrañables, como
los muñecos de peluche, pero otros resultaban muy divertidos. Mi tercer búho tenía
todas sus plumas de punta por lo le daba un “aire” muy divertido. El más
original fue el de una compañera que le dio
una imagen de búho borracho, con ojos extraviados y con la botella sujeta en el
ala.
Recuerdo que fue una tarde muy divertida. Nos reíamos de todos
nuestros fallos y fatigas y animábamos al que se miraba su búho con cara de
incertidumbre, ante la dificultad.
En resumen….¡Una experiencia genial!
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