Actualmente,
los medios de comunicación llegan a todos los hogares y yo descubrí a través de
ellos que, además de los materiales clásicos para modelar, tales como el barro
o la plastilina, entre otros, existía el Fondant, que además podía comerse,
añade sabor y color para disfrute de los sentidos.
¿Y que
era el Fondant?
No
tenía ni idea de como era esta pasta de atractivos colores que podía
ser modelada, amasada y estirada en mil y una formas.
La
curiosidad en conocer este material y compáralo con otros que ya conocía la
hacía muy interesante, por lo que comencé a buscar la manera de acercarme al
atractivo mundo de “la pastelería creativa”, en el que el buen sabor se une al
buen gusto y en el que el diseño y el arte puede estar presente.
Por
casualidad, viajando por Internet, encontré distintas opciones en
talleres que impartían clases para principiantes, así que me animé y elegí el
que me pareció que podía ayudarme en mis primeros pasos ¿Qué podía perder si
fracasaba?
Estaba
segura de que yo sería la más “vieja” de todas las alumnas, pues, en los
programas de TV dedicados a pastelería creativa, solo veía a jóvenes realizando
aquellas maravillas, pero estaba equivocada y pude comprobar que no hay edad si
se tiene interés, habilidad manual y algunas dosis de creatividad, para disfrutar
y lograr resultados sorprendentes
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