Llena de orgullo y con muchas ganas de
seguir aprendiendo, llegué a casa con el pastel de los koalas entre las manos.
Pensé en cual sería mi siguiente paso y
decidí que lo que tenía que hacer era comprar el material indispensable para
practicar en casa, además de seguir peleándome con mi horno, claro, pues carecía
absolutamente de todo.
Por no tener no tenía ni siquiera un molde
adecuado para el bizcocho, así que, aconsejada por mi “profe”, empecé por
visitar algunas tiendas especializadas, diversos “chinos” y hasta fui a IKEA,
para adquirir lo más básico (si, en IKEA también encontré alguna que otra
cosilla que me era útil).
Muy pronto era el cumpleaños de una de mis
hijas, por lo que tenía la excusa perfecta para hacer mi primer pastel.
Pensando en ella, que se iniciaba en el mundo de la jardinería, no se me
ocurrió otra cosa que intentar hacerle un pastel con flores silvestres de
fondant.
Muy decidida dibujé una maceta tan repleta
de flores que se resquebrajaba de tantas que había. Esto si que era un reto
para una novata como yo.
¿Sería capaz de elaborar este atrevido
pastel teniendo en cuenta mi escasa experiencia?
De hacer flores tampoco tenía ni idea,
pero decisión y ganas no me faltaban. Tenía que aprender deprisa y carecía de tiempo
para asistir a otro taller, así que pensé que algún tutorial de Internet podía
orientarme en el arte de hacer flores en fondant.
Entre bizcocho desastroso y bizcocho más
aceptable, con mi nueva superficie de trabajo, algunas herramientas y un poco
de fondant, de no muy buena calidad, comprado en el supermercado, me senté ante
el ordenador decidida a aprender con paciencia y buena voluntad, a trabajar mi
primera flor en fondant.
Encontré varios tutoriales que mostraban
paso a paso la realización de flores en fondant. Algunas eran sencillas, muy
fáciles de hacer, pero otras eran espectaculares, verdaderas obras de arte.
La que más me llamó la atención fue el
tutorial de una mujer rusa que realizaba unas rosas increíbles. Sin dudarlo,
seguí disciplinadamente sus indicaciones, aunque solo las visuales, pues no
tengo ni idea de ruso y no entendía nada de lo que decía. Estoy segura de que os
preguntaréis porque no elegí un tutorial en castellano. La única respuesta que
se me ocurre es que me gustaban sus flores.
Parecía muy fácil, viendo las manos ágiles
de la señora cortando, uniendo y dando volumen y movimiento a los pétalos, pero
puedo asegurar no lo era para una inexperta como yo. ¡En que lío me había
metido!
Con mucha paciencia y mucha más tozudez,
me empeñé en salvar cada uno de los innumerables obstáculos, que se me
presentaban.
Perdí la cuenta de las veces que vi aquel
vídeo. El tutorial de la mujer rusa iba constantemente hacia delante y hacia
atrás. Lo “congelaba” de vez en un punto concreto para darme tiempo suficiente a
imitar lo que veía en pantalla, pues iba a más velocidad de lo que yo podía
seguir. Y, por fin, después de tanto empeño, conseguí un resultado que me
pareció bastante aceptable, para ser mi primer intento.
Y el dichoso bizcocho sin subir en el
horno lo que debía subir….
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